domingo, mayo 28, 2006
La Primera Comunión
Tenía 8 años cuando la Tía Neuras le dijo a mi mamá que era "imperioso" que yo y mis hermanas hiciéramos la primera comunión. Mi madre, siendo igual de reformista y liberal que mi tía (divorciada), se extrañó que siquiera lo sugiriera. Total que nos llevó, a mi primero, al catecismo "express" que ofrecían en la parroquia de la colonia.
A los tres meses me compró mi Tía Neuras mi vestidote blanco, mi vela y mi biblia con rosario. Y un domingo de mayo me llevó a la misma parroquia. Cuano la homilía comenzó, supe en ese momento que YO era mujer y que me había tocado las de perder en la vida.
El padrecito comenzó diciendo que la sumisión, la buena disposición, la humildad y el silencio eran las cualidades más apreciadas en las mujeres y que la buena moral enseñada desde casa iba a generar buenas y devotas esposas para la persistencia de la Iglesia, ¿cómo? procreando "los hijos que Dios quiera" para poblar y mantener el rebaño de Cristo.
Yo, a los 8 no comprendía nada, pero de ver la cara morada-casi-verde de mi Tía Neuras, comprendí que no era nada bueno eso de la "sumisión", la "humildad" y todas esas palabras incomprensibles, y menos la de "esposas", la de "hijos", y la de "devotas".
Mi tía me agarró por la mano enguantada y me sacó a rastras de la parroquia. Al salir me dijo: Anita, perdóname la vida. Aquí no te vuelvo a traer. Vamos al parque y, de premio por ser tan bien portada, te compro un heladote. Extraño, desde ahí empezé a relacionar la comida con la religión, con el sexo y con los sacerdotes...
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2 comentarios:
Tal como Amaro, por cierto, esa fue una confesion muuuy poblana, ja.
La tia resulto muy hipocrita y yo muy "mocha"... muy poblana, muy poblana.
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