Sentada en mi sillón entre mis almohadas y llena de pensamientos poco provechosos pienso en lo que me pasó hoy, de un jalón me quedé como el perrito de las dos tortas, sin pretendiente y sin pretendido. No sé cual de los dos casos es el más patético, de alguna forma me las arreglo para terminar siempre en decepción aunque luego se me olvide y luego vuelvo a caer. La primer pérdida ocurrió cerca a las 7 pm. Me encontraba en mi lugar de trabajo junto a la nueva colaboradora del lugar. La susodicha lleva a penas una semana y en dos o tres movimientos imperceptibles me dio baje con el pretendiente (compañero también) que siempre busca mi atención, pero que hoy decidió invitarle un café a la "señorita", quedaron pues en mandarse un mensajito para que él pasara por ella luego del trabajo. Y una que con su orgullo estúpido piensa que siempre va a tener a la gente detrás nomás así, porque pues cero intenciones de ir a toma run café, pero como bien dicen por ahí "agua que no has de beber, guardala por si te da sed". Luego de darme por no enterada pensé en que podría sentirme celosa y no porque tuviera intenciones con el joven en cuestión (priista, buena gente pero medio bobo y vive con sus papás), sino porque en algún momento rompió mi orgullo. En fin, luego burlarme de mí misma decidí alegrarme por la nueva pareja.
Con el despecho aún decidí llamar al UR (último recurso) para emprender una tarea de recuperación.
La cosa es que los seres humanos somos así: ni pichas ni cachas ni dejar cachar.
jueves, julio 06, 2006
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