He decidido reirme a carcajadas. No de mí, porque al parecer, siempre he tenido cubierta esa área. Pero de todas las cosas absurdas que me rodean, de la gente que se ríe conmigo (o de mí, eso no lo he decidido) y de todo.
No como mecanismo de defensa sino como aceptación del destino. Como arma y como escudo. Como alimento. Como mortaja. Sí, la risa es mortaja.
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