Todas las mujeres tenemos el mismo miedo. Ser la que escogen al último para el baile. Ser la que se quede solterona y cuidando a los niños de las demás amigas.
No es sentido de competencia. Bueno, al menos no reconocido. Es el terror a quedarse sola, quedada, olvidada, destrozada y...virgen. Al menos eso ya no pasó, pero todas las anteriores ¿qué tal que si?
Un sueño recurrente de todas, de la mayoría, al menos, es estar en un baile. De esas fiestas que avientan en la secundaria. Todas muy bonitas, todas muy arregladitas. Todas muy emperifolladas y perfumadas. Mi amiga Norma está baile que baile con un galán de a dos varos... pero galán al fin. Por allá veo a mi otra amiga, "la Totis", fea como pegarle a Jesús en Viernes Santo. Baila con el Juan. ¡Qué guapo el Juan!... ¡Qué fea la Totis! Pero vele las piernas. ¡Qué chulas sus piernas de la Totis! Y qué fácil es toda ella.
En el centro veo a Cinthya. ¿Quién le pone a una hija Cinthya sin tener expectativas de macarla para toda la vida? Bueno, ahí anda Cinthya. Como con 5... No, como con 8. ¡Qué bonita la Cinthya! De esas bonitas que te dan envidia pero te la callas para ti.
Yo me ando fije y fije pero no me fijo en que en mí nadie se fija. Yo, sentada, con mi faldota que parece de celofán. Esos bailes de la secundaria. Solita. Nadie me voltea a ver. Y todas, desde las más feas, hasta las más cojas, ahí: baile que baile. Me pongo roja. No de la pena, sino del coraje porque nadie me saca a bailar.
Y pasan las canciones, y se cansa la banda, se echa un refresquito, y regresa a tocar. Y yo sigo en mi sillita, de esas acojinadas, "no me vaya a cansar de tanto no bailar", pienso para mí. La desesperación sigue, y el calor de los demás cuerpos bailando me empieza a sacar de juicio. En eso, me paro...¡qué más da! Y empiezo a bailar. Solita, solita.
Me ven, sé que me ven. Tal vez si me ven, alguien se anime a echarse un rock and roll conmigo. Nadie se acerca, antes bien se van haciendo más chiquitos. Y las sonrisotas... ¡Ay! ¡Qué bonitas sonrisotas!... No son conmigo, son de mí. Pero qué importa. A mi nadie me saca a bailar pero yo si traigo ganas.
No es sentido de competencia. Bueno, al menos no reconocido. Es el terror a quedarse sola, quedada, olvidada, destrozada y...virgen. Al menos eso ya no pasó, pero todas las anteriores ¿qué tal que si?
Un sueño recurrente de todas, de la mayoría, al menos, es estar en un baile. De esas fiestas que avientan en la secundaria. Todas muy bonitas, todas muy arregladitas. Todas muy emperifolladas y perfumadas. Mi amiga Norma está baile que baile con un galán de a dos varos... pero galán al fin. Por allá veo a mi otra amiga, "la Totis", fea como pegarle a Jesús en Viernes Santo. Baila con el Juan. ¡Qué guapo el Juan!... ¡Qué fea la Totis! Pero vele las piernas. ¡Qué chulas sus piernas de la Totis! Y qué fácil es toda ella.
En el centro veo a Cinthya. ¿Quién le pone a una hija Cinthya sin tener expectativas de macarla para toda la vida? Bueno, ahí anda Cinthya. Como con 5... No, como con 8. ¡Qué bonita la Cinthya! De esas bonitas que te dan envidia pero te la callas para ti.
Yo me ando fije y fije pero no me fijo en que en mí nadie se fija. Yo, sentada, con mi faldota que parece de celofán. Esos bailes de la secundaria. Solita. Nadie me voltea a ver. Y todas, desde las más feas, hasta las más cojas, ahí: baile que baile. Me pongo roja. No de la pena, sino del coraje porque nadie me saca a bailar.
Y pasan las canciones, y se cansa la banda, se echa un refresquito, y regresa a tocar. Y yo sigo en mi sillita, de esas acojinadas, "no me vaya a cansar de tanto no bailar", pienso para mí. La desesperación sigue, y el calor de los demás cuerpos bailando me empieza a sacar de juicio. En eso, me paro...¡qué más da! Y empiezo a bailar. Solita, solita.
Me ven, sé que me ven. Tal vez si me ven, alguien se anime a echarse un rock and roll conmigo. Nadie se acerca, antes bien se van haciendo más chiquitos. Y las sonrisotas... ¡Ay! ¡Qué bonitas sonrisotas!... No son conmigo, son de mí. Pero qué importa. A mi nadie me saca a bailar pero yo si traigo ganas.